ARTE

Los 70's

Setentas: Semillas de cambio

Por Paulina Navarro Kehoe

La década de 1970 se erigió como un periodo fundacional para el arte contemporáneo, también conocido como posmodernismo, influenciado significativamente por el movimiento hippie y las protestas estudiantiles de 1968.

Aunque las corrientes del minimalismo y el postminimalismo, surgidas en la década de 1960, continuaron ejerciendo una fuerte influencia, los años setenta marcaron un punto de inflexión en la historia del arte contemporáneo. Fue una década caracterizada por la ruptura con las normas establecidas y la emergencia de movimientos que desafiaron las convenciones tradicionales tanto en forma como en contenido.

 

Uno de los movimientos más significativos fue el Arte Feminista, que irrumpió con fuerza para cuestionar los roles tradicionales de las mujeres en el arte y en la sociedad. A través de instalaciones, performances y obras colaborativas, las artistas feministas visibilizaron temas como la identidad de género, el cuerpo y el espacio doméstico.

 

El Arte Conceptual también alcanzó gran notoriedad, priorizando la idea sobre la ejecución técnica o la estética visual. Este enfoque transformó la obra de arte en un vehículo para el pensamiento, utilizando el lenguaje, las instrucciones y la desmaterialización del objeto como herramientas expresivas.

 

Simultáneamente, el Arte de Performance vivió un auge sin precedentes. Los artistas utilizaron su propio cuerpo como medio, explorando cuestiones de identidad, sexualidad y protesta política, y desafiando las fronteras entre arte y vida. En paralelo, el Land Art llevó el arte fuera de las galerías hacia el paisaje natural, con intervenciones monumentales realizadas con materiales geológicos y orgánicos, muchas veces en lugares remotos.

 

El Pop Art, lejos de desaparecer, evolucionó y amplió su alcance, abordando temas como el consumismo y las tensiones sociopolíticas mediante imágenes de la cultura popular. Por su parte, el Street Art comenzó a consolidarse como una forma legítima de expresión artística y protesta urbana.

 

La tecnología emergente de la época también dejó una huella profunda en la producción artística. Desde el impacto del alunizaje hasta la fascinación por la ciencia ficción, los avances científicos inspiraron nuevas formas de representación. Además, se observó un renovado interés por el Art Nouveau, especialmente en el ámbito del diseño gráfico.

 

Varios eventos marcaron la escena artística de la década. En 1972, la instalación colaborativa «Womanhouse» transformó una casa entera en un espacio de reflexión sobre la mujer y el hogar. Aunque inaugurada en 1968, la exposición «Earthworks» en la Dwan Gallery tuvo un impacto duradero en los años 70, presentando a pioneros del land art como Robert Smithson, Walter De Maria y Michael Heizer.

 

A nivel internacional, el Festival de las Artes de Shiraz (1967–1977) en Irán se destacó como un espacio multidisciplinario que reunió a artistas de vanguardia de todo el mundo, abordando temas como el ritual y la identidad cultural. En Estados Unidos, el Sawdust Art Festival continuó acercando al público al proceso creativo, mientras que instituciones como la National Gallery of Art y el Moore College of Art ofrecieron exposiciones que reflejaban la diversidad y el espíritu experimental de la época.

 

Los años setenta fueron una década de transformación radical, donde el arte se convirtió en un medio para cuestionar, explorar y expandir los límites de la expresión humana.

Los 80's

Expresiones audaces y dinámicas del mercado de los 80

Por Paulina Navarro Kehoe

La década de 1980 presenció el auge del Neoexpresionismo, un retorno a la pintura expresiva y la figuración que reaccionó contra el minimalismo y el arte conceptual. Este movimiento se caracterizó por pinceladas audaces, colores vivos y una intensa carga emocional.

Los años 80 fueron una década de contrastes, excesos y transformaciones profundas, y el arte no fue la excepción. En medio de un mundo cada vez más mediático y consumista, los artistas encontraron nuevas formas de expresarse, cuestionar lo establecido y hablar de lo que realmente importaba: la identidad, la historia, la política y la vida cotidiana.

 

El Neoexpresionismo trajo de vuelta la emoción cruda y la pintura gestual. Artistas como Jean-Michel Basquiat con sus grafitis cargados de crítica social, o Anselm Kiefer, que exploró la memoria alemana a través de paisajes sombríos y simbólicos, nos recordaron que el arte podía ser visceral, incómodo y profundamente humano. Julian Schnabel, por ejemplo, rompió literalmente con lo tradicional al pintar sobre platos rotos, mientras que David Salle jugaba con imágenes superpuestas como si fueran fragmentos de sueños o recuerdos.

 

En paralelo, surgió la Generación de las Imágenes, un grupo de artistas que usó la fotografía, el video y la apropiación para hacernos pensar en cómo se construyen las imágenes y, con ellas, nuestras identidades. Cindy Sherman se transformó en decenas de personajes femeninos ficticios para hablar de los estereotipos de género. Barbara Kruger nos gritó verdades incómodas con frases contundentes sobre imágenes en blanco y negro. Y artistas como Richard Prince y Sherrie Levine nos hicieron cuestionar qué significa realmente crear algo “original”.

 

Mientras tanto, el Street Art y el Graffiti salieron de las calles para entrar a las galerías, sin perder su espíritu rebelde. Keith Haring, con sus figuras vibrantes y líneas enérgicas, convirtió el arte en una herramienta de conciencia social, hablando de temas como el racismo, la desigualdad y la epidemia del SIDA.

 

También fue la década del Neopop, una corriente que retomó el Pop Art con una mirada más irónica y tecnológica. El arte se volvió más accesible, más visual, más conectado con la cultura de masas. Y sí, hasta el Art Deco tuvo su momento de regreso, especialmente en el diseño gráfico y la joyería.

 

Los espacios expositivos también se transformaron. Galerías emergentes en el East Village de Nueva York dieron lugar a propuestas experimentales, mientras que museos de renombre ofrecieron exposiciones que capturaron el espíritu de la época. Muestras como “The Decade Show”“Fast Forward” o “Brand New” no solo mostraron obras, sino que contaron historias: sobre identidad, sobre consumo, sobre lo que significaba ser artista en un mundo cada vez más visual y veloz.

 

A grandes rasgos, los años 80 fueron una explosión de creatividad, crítica y color. Una década donde el arte se volvió espejo, altavoz y campo de batalla. Y aunque han pasado décadas, muchas de esas preguntas —sobre quiénes somos, qué vemos y cómo nos representamos— siguen tan vigentes como entonces.

Los 90's

Navegando nuevos territorios en los años 90

Por Paulina Navarro Kehoe

Lo digital se abre paso para plantear nuevas formas de expresión, que cuestionan si el abandono del tradicionalismo y el choque de la manipulación artística con la tecnología son una ventaja o una condena.

Los años 90 fueron una década de transición, marcada por cambios culturales, avances tecnológicos y una creciente necesidad de explorar quiénes somos en un mundo cada vez más globalizado. El arte, como siempre, fue un reflejo —y a la vez un motor— de esa transformación.

 

Uno de los fenómenos más llamativos fue el ascenso de los Jóvenes Artistas Británicos (YBAs), un grupo que no pasó desapercibido. Con obras provocadoras y a menudo polémicas, estos artistas no temían incomodar. Damien Hirst, por ejemplo, nos enfrentó a la muerte con su famoso tiburón en formol, mientras que Tracey Emin convirtió su cama deshecha en una confesión pública que dividió opiniones pero no dejó a nadie indiferente.

 

En paralelo, surgió la Estética Relacional, una corriente que cambió la forma en que entendemos el arte. Ya no se trataba solo de mirar una obra, sino de vivirla, de participar en ella. Los artistas comenzaron a crear espacios de encuentro, experiencias compartidas, momentos de interacción que ponían al espectador en el centro.

 

La tecnología también empezó a dejar su huella. El Arte Digital se abrió paso con fuerza, impulsado por herramientas como Photoshop y los primeros experimentos en internet. Artistas pioneros como Harold Cohen, con su programa AARON, o colectivos como JODI y Heath Bunting, comenzaron a explorar las posibilidades del arte en línea, sentando las bases de lo que hoy conocemos como arte digital contemporáneo.

 

Pero los años 90 también fueron una década profundamente política. La Política de Identidad siguió siendo un tema central, con obras que abordaban el racismo, el género, la sexualidad y la clase social. En San Francisco, movimientos como la Mission School mezclaron graffiti, arte popular y cultura callejera para hablar desde lo local y lo cotidiano. Incluso el estilo grunge, con su estética cruda y desaliñada, dejó su marca en el diseño y la tipografía de la época.

 

El arte también se volvió más visceral, más físico. Muchos artistas comenzaron a explorar cuerpos fragmentados, identidades rotas, lo grotesco como una forma de hablar de lo humano en toda su complejidad.

 

Las exposiciones de la época reflejaron esta diversidad. inSITE, por ejemplo, fue una serie de proyectos artísticos a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos, que exploraron el arte como puente entre culturas. Museos como la National Gallery of Art o el Brooklyn Museum ofrecieron muestras que capturaron el espíritu cambiante de la década: un arte que ya no se conformaba con ser contemplado, sino que buscaba ser vivido, discutido, compartido.

 

Los años 90 fueron una época de exploración y apertura. Una década en la que el arte se volvió más cercano, más participativo, más conectado con la tecnología y con las preguntas urgentes de la sociedad. Fue el inicio de una nueva forma de entender el arte: no solo como objeto, sino como experiencia.

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